jueves, 31 de enero de 2013

Días y días


Es difícil saber cuándo estás sola y cuándo no...o tal vez no. Tal vez la soledad está siempre acechando las sonrisas de los nuevos escenarios; los actores se quedan pensativos, sin saber qué hacer. Es como un juego en la oscuridad, es como correr en un bosque sin ayuda. Es como darte cuenta que siempre has estado sola.  Es la muerte que llega con la certeza de que queda mucho para el final.

¡Qué final!

Se acerca la pena, y con ella los recuerdos de la niñez solitaria, de la vida que empezaba cada día de una forma distinta. Qué felicidad en aquellos tiempos. El sol se queda en mis pensamientos tal como si en este mismo momento estuviese tocándolo, tal como si aquellos cisnes graznaran dentro de mi alma, recordándome que la pena es una realización de los sueños que agonizan en las estrellas. Estrellas felices que aún no saben lo que la marea les contará al anochecer.

Un anochecer de lujo, varada en la humillante isla del ayer.

¿Y qué hacer luego de darse cuenta de las razones? Callar. El silencio dejará las penas en un solo lugar, y no dejarán más muertos inocentes; no más que los que ya están sufriendo en el campo de batalla, que luchan buscando en algún rincón del cielo un poco de aliento vital, un poco de agua para subsistir, y así entregarle a la muerte un último desprecio.

Eso es, un último desprecio.

Tantas emociones, tantos pensamientos. Y tan pocas noches.

Hoy podría haber sido un día como cualquiera.



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