viernes, 4 de mayo de 2012

En el cielo se deshacen las huídas.-

La gran pregunta al descubrimiento del universo, el gran estímulo de la verdad llegando a un límite insospechado. Como si aquel auto jamás fuese a volver, imaginando un camino gigante, diverso del mundo existente; casi volando por los vientos de la multitud.

Un horizonte comienza a caer.

Otra voz aparece y se reúne con las ya inexploradas amarguras de la desesperación, se impone al viento escarchado de sus ojos, navegando con los gigantes de hierro del amanecer. Gigantes desarmándose como el sigilo, llorando para acariciar una vez las ruinas del templo agonizante.

Y así el sol comenzó a levantarse una vez más.

"No recordarás nada", se dijo a sí misma. El olvido aparece como un ave tratando de caer al vacío con sus alas tan antiguas, con el control de sí misma, pero con las pasiones destartaladas por tantos usos desvariados. "No entiendo", volvió a repetir como tantas veces lo hizo en su cama, rogándole a sus fantasmas y viejas rosas con un murmullo casi inexistente, que la vida la había encontrado sostenida donde no debía, donde iba a desarmarse sin llanto alguno. Los encontró, esta vez, algo más viejos, algo más deshonrados, casi muertos desde ayer. ¿Qué era el ayer? Un ruido de máquinas, del auto viejo yéndose por ese camino ajeno a la razón.
"¿A qué vienen?", preguntó ilusionada, pero entonces todo se volvió negro y triunfó el poder de sus pasiones ante el asombro de los asistentes. No podía contener más la ira de haber perdido, de haberse dejado llevar por la razón. "NO PUEDO MÁS", gritó y aniquiló los sueños de sus sueños, perdió las sombras que llevaba en su pañuelo, y comenzó a navegar por los suelos de aquellos orígenes rojos y llenos de dolor. No se pudo.



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